—¡Amigos, mi mamá por mi cumpleaños va a celebrar una fiesta de disfraces! ¡Estoy muy emocionado!, ¿no es fantástico? —dijo casi gritando la pequeña nutria.
Todos los animales del lago aplaudieron la idea y corrieron a sus casas para pedirles a sus padres y hermanos que les ayudaran a disfrazarse, porque además darían un premio al mejor disfraz.
Casiopea caminaba despacio y pensativa.
<<Con este duro caparazón, ¿de qué me puedo disfrazar?>>
se decía la tortuguita muy triste.
Una mariquita que tomaba el sol sobre una margarita la escuchó.
—Amiga Casiopea, ¿por qué estás tan triste? —le preguntó el bichito desde la margarita, y tan bajito que Casiopea casi no la oyó.
—¿Eres tú, amiga? No te veo y casi no te puedo oír —dijo Casiopea.
Entonces la mariquita voló hasta la cabeza de la tortuga.
—Te preguntaba que por qué estás tan triste —volvió a decir su pequeña amiga.
Casiopea le explicó que ella no podría disfrazarse para la fiesta, debido a su pesado caparazón.
El pequeño insecto también tenía una especie de caparazón qué protegía sus alas y no pudo evitar suspirar.
—Te comprendo —dijo la mariquita mientras volaba hacia el suelo, frente a ella— yo tengo el mismo problema, ¡Mira!
Casiopea miró cómo abría y cerraba el protector de sus alas y comprendió que también era rígido.
—¡Tengo una idea! —exclamó de pronto Casiopea— ¡¡Yo me disfrazaré de mariquita y tú de tortuga!!
El insecto voló de nuevo sobre su cabeza muy contento, ¡era una idea fantástica!
La fiesta había comenzado, la pequeña nutria bailaba con la ardilla y las ranas jugaban a dar volteretas, cuando la liebre exclamó:
—¡Halaaaaa! ¡¡Una mariquita gigante y una diminuta tortuga voladora!!
Todos los animales, boquiabiertos, abrieron un pasillo para que pudiera pasar Casiopea con su amiga. quedaron admirados por lo originales que era sus disfraces.
La gigante mariquita, caminaba lentamente mientras una diminuta tortuga hacía piruetas en el aire sobre su cabeza.
Todos aplaudieron a los geniales disfraces y tanto la tortuga, como la mariquita, se llevaron el primer premio.
—Queridos amigos —dijo Casiopea en su breve discurso ante la atenta mirada de todos— yo creía que por ser una tortuga de duro caparazón, no podría disfrazarme, pero hoy he aprendido que cuando cuentas lo que te preocupa a un buen amigo es más fácil encontrar una solución.
Y el baile siguió, hasta casi que se hizo de noche.,
Cuento infantil escrito por Clara Belén Gómez
Este cuento infantil forma parte de una colección y algunos han sido publicados en la revista Cometas de papel
La luna llevaba dos noches sin brillar.
Jaime subió a la buhardilla del abuelo y con el telescopio consiguió encontrarla.
La vio muy triste y no sabía cómo preguntarle qué le ocurría.
Recordó que en verano sus padres enviaron faroles de papel al cielo para pedir un deseo y dijo:
—¡Enviaré un farol de papel con un mensaje para preguntarle cómo está!
Al día siguiente le pidió a su madre que le buscara un farol de papel y rápidamente escribió un mensaje.
<<Querida Luna, ¿qué te ocurre que no brillas y te veo triste por las noches?
A las diez de la noche, Jaime subió a la buhardilla y sorprendido vio que la luna había bajado a su tejado.
—¡Hola Luna! Nunca pensé que podías acercarte tanto y siempre creí que eras enorme.
—En realidad soy muy grande —dijo la luna—, pero puedo encoger si quiero cuando visito a mis amigos.
—Entonces, ¿somos amigos?
—Tu eres mi amigo Jaime, el que se preocupa por mí.
Hablaron mucho y Jaime supo que a su amiga le dolía mucho la cabeza desde hacía unos días.
—Mi madre me da medicina cuando estoy enfermo —le explicó Jaime— le voy a preguntar.
La mamá de Jaime escuchó con atención el problema y subió a la buhardilla con una medicina para el dolor de cabeza.
La luna muy agradecida se llevó la medicina y fue a beber agua al mar.
—¡Al mar noooo! ¡Que el mar está saladoooo!
Pero aunque Jaime gritó con fuerza, la luna ya no lo escuchó. Estaba muy lejos.
A la noche siguiente la luna tampoco brillaba y Jaime volvió a enviar un farol de papel preguntando si ya se encontraba mejor.
La luna le contó que ya no le dolía la cabeza, pero que tenía mucha sed porque el agua del mar estaba demasiado salada.
Entonces Jaime le ofreció un vaso de agua y luego decidió llevarle también un cubo muy grande con la ayuda de su padre.
Desde entonces la luna brilló de nuevo y Jaime se sintió muy feliz.
(Clara Belén Gómez)
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¿Qué le pasa a la luna
que no puede brillar?
Le duele la cabeza
y me ha venido a visitar.
Medicina le ha dado mi madre
pero ha bebido agua del mar.
—¡Cuanta sed tengo! —se queja la luna sin parar.
Un vaso de agua
después un cubo.
Se los ha bebido casi sin respirar.
Ahora brilla mucho
y frente a mi ventana está.
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¿Qué le pasa a la luna
— Clara Belén ☮? (@clarabelengomez) 25 de enero de 2020
que no puede brillar?
Le duele la cabeza
y me ha venido a visitar.
Medicina le ha dado mi madre
pero ha bebido agua del mar.
(…)
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