¿Qué le pasa a la luna
que no puede brillar?
Le duele la cabeza
y me ha venido a visitar.
Medicina le ha dado mi madre
pero ha bebido agua del mar.
—¡Cuanta sed tengo! —se queja la luna sin parar.
Un vaso de agua
después un cubo.
Se los ha bebido casi sin respirar.
Ahora brilla mucho
y frente a mi ventana está.
Hice esta tarjeta en A4 con letras en tamaño grande para que se pueda imprimir, o bien leer desde la tablet.
En Instagram podéis ver la misma versión, pero la tarjeta es cuadrada:
Una publicación compartida de Clara Belén Gómez Microcuentos (@clara_microcuentos) el
En Twitter estoy como @clarabelengomez:
¿Qué le pasa a la luna
— Clara Belén ☮? (@clarabelengomez) 25 de enero de 2020
que no puede brillar?
Le duele la cabeza
y me ha venido a visitar.
Medicina le ha dado mi madre
pero ha bebido agua del mar.
(…)
[Clara Belén Gómez]https://t.co/JnUXV4OmBj
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Mi papelera está vacía
¿Qué habrá pasado?
¡Y un hombre de papel
se ha subido a mi zapato!
¡La papelera es mágica!
Tengo nuevos amigos:
Un caracol,
un sombrero que anda
Y un hombrecito sin barba.
Ellos comen letras
de los libros e historietas.
En la mochila escondidos
a la biblioteca los llevo.
Son mis amigos.
Son buenos y los quiero.
Lee también la historia del hombre de papel.
El malentendido y risas con la tita Mariana.
Este domingo se rieron mucho en casa de Luisa. Os explico por qué:
Resulta que tía Mariana se quedó a dormir en casa de Luisa durante el fin de semana. Aquel domingo Luisa tenía que asistir a un cumpleaños al que fue invitada, por lo que se levantó muy temprano para terminar los deberes del colegio.
Entonces se sentó al lado de su tía Mariana que llevaba puestos unos auriculares con música y estudiaba Derecho porque quiere ser abogada.
Cuando llevaban un rato estudiando, tía Mariana no hacía más que repetir en voz alta:
—Los deberes y derechos de los ciudadanos.
Y Luisa le contestaba:
—Tía Luisa, los deberes ya los he terminado.
Pero nada, tía Mariana volvía repetir lo mismo:
—Los deberes y derechos de los ciudadanos.
Y Luisa volvía contestar otra vez:
—¡Pero que los deberes ya los tengo hechos!
Como tía Mariana repetía lo mismo una y otra vez, Luisa contestaba cada vez más fuerte. No se podía creer que su tía no se enterara de que ya había terminado sus deberes.
Hasta que en uno de los gritos de Luisa, como os imaginaréis ya desesperada, tía Mariana se quitó los auriculares y escuchó por fin lo que Luisa le decía.
Fue tal la risa que le entró a tía Mariana viendo a Luisa tan enfadadísima con las orejas coloradas y todo, que Luisa también empezó a reír. Y rieron tan alto que hasta el abuelo y la mamá de Luisa fueron a la habitación a ver qué ocurría.
Cuando le explicaron la anécdota todos rieron juntos y tía Mariana hizo un dibujo de las dos que Luisa coloreó.
Hay un caracol en mi maceta
De colores ha pintado su casa
Va de paseo hacia mi ventana
Y yo canto para que llueva
¡Sí!
¡Que llueva otra vez mañana!
Y buscaremos charcos
y veremos a las ranas.
Mi caracol y yo,
él con su casita pintada
y yo con mis botas de agua
mi chubasquero
y mi capucha morada.
Qué come un caracol
Luisa tiene que estudiar
y tía Mariana no deja de cantar
Cuando Luisa se enfada
se le arruga la nariz
y tía Mariana la confunde
con una enana gruñona
de algún lejano país.
—¡Que soy yo tía Mariana!
¡Luisa de toda la vida!
Y tía Mariana la reconoce
cuando Luisa enseña su sonrisa
y ya no arruga su nariz.